Un Mundo en Tensión: entre el Optimismo global y la Realidad del territorio
En los debates sobre el futuro del planeta conviven dos grandes relatos. Uno proviene del Norte: el de científicas como Hannah Ritchie, quien sostiene que “el mundo no se acaba” y que, pese a las crisis, la humanidad avanzó como nunca en dimensiones esenciales: menos pobreza extrema, mejor acceso al agua, más educación, tecnologías limpias cada vez más competitivas. Un optimismo basado en datos, no en fantasías.
El otro relato surge desde territorios como el nuestro, donde la experiencia diaria está marcada por la inestabilidad, la desigualdad y la vulnerabilidad climática. En América Latina, esos logros globales se sienten lejanos cuando hay barrios inundados, productores quebrados por la sequía o familias enteras dependiendo de changas para sobrevivir. No es que uno esté “equivocado” y el otro “exagerado”: describen realidades distintas dentro del mismo planeta.
Aquí es donde aparece el Manifiesto Prosumidor: una visión que articula ciencia, territorio y futuro práctico. La transición que viene exige políticas globales, sí… pero también prácticas locales, redes autónomas y comunidades capaces de sostenerse cuando el sistema cruje.
La Doble Realidad del Siglo XXI: avances globales y fragilidades territoriales
Hannah Ritchie muestra un mundo que mejoró de manera contundente en muchas variables:
- Caída histórica de la mortalidad infantil.
- Mayor esperanza de vida.
- Acceso ampliado a energía y educación.
- Reducción sostenida de la pobreza extrema.
- Tecnologías limpias más accesibles.
Pero esa curva positiva no es homogénea.
En el Cono Sur convivimos con:
- Inestabilidad económica crónica.
- Dependencia de combustibles fósiles.
- Extractivismo como soporte de divisas.
- Eventos climáticos cada vez más destructivos.
- Retrocesos educativos.
- Pérdida del empleo formal.
- Infraestructuras vulnerables.
Mientras en Europa discuten cómo optimizar su transición energética, acá debatimos cómo sobrevivir a la próxima sequía o a la inflación que devora cualquier planificación.
Dos realidades que no se tocan
| Hemisferio Norte (visión de Ritchie) | Hemisferio Sur (realidad territorial) |
|---|---|
| Reducción sostenida de pobreza extrema. | Inflación estructural y pobreza fluctuante. |
| Tecnologías limpias accesibles. | Matriz energética fósil casi obligatoria. |
| Infraestructura relativamente estable. | Infraestructura frágil frente a eventos extremos. |
| Estados con continuidad institucional. | Estados con ciclos de crisis y corrupción. |
| Sistemas educativos sólidos. | Retrocesos educativos y fuerte desigualdad territorial. |
| Transición energética planificada. | Supervivencia económica diaria como prioridad. |
Cuando el optimismo global no alcanza: por qué necesitamos una mirada territorial
El optimismo de Ritchie es valioso porque desmonta el fatalismo y demuestra que no estamos condenados si actuamos con decisión.
Pero aplicar ese optimismo sin contexto sería ingenuo.
En Argentina, la realidad está atravesada por:
- Corrupción y crisis de confianza institucional.
- Fuga de capacidades.
- Desigualdad territorial profunda.
- Migraciones internas forzadas por crisis ambientales.
- Deterioro en la formación laboral.
- Dependencia de monocultivos y petróleo/gas.
- Tensiones geopolíticas en torno al litio y otros recursos.
Son variables que pesan sobre la vida diaria, aunque no siempre aparezcan en los análisis globales.
Por eso, mientras las potencias discuten sobre “crecimiento verde”, acá necesitamos trabajar también en resiliencia local: cómo protegernos, organizarnos y producir en medio de incertidumbres crecientes.
La brecha estructural
| Lo que mira el análisis global | Lo que vivimos en el Sur |
|---|---|
| Emisiones per cápita en descenso. | Aumento real de emisiones por dependencia productiva. |
| Eficiencia energética en aumento. | Falta de acceso a tecnologías eficientes. |
| Agro de alta productividad y diversificación. | Monocultivos frágiles y suelos degradados. |
| Inversiones verdes significativas. | Falta de crédito, deuda externa y presión fiscal. |
| Innovación tecnológica constante. | Migración de talento y poca inversión en I+D. |
| Adaptación institucional al cambio climático. | Debilidad institucional ante shocks climáticos y económicos. |
El Punto de Encuentro: ciencia global + acción local
Aunque partan de lugares distintos, la mirada científica global y el Manifiesto Prosumidor coinciden en cuatro principios decisivos:
- No estamos condenados: existe margen para corregir rumbos.
- Nada cambia sin acción: la amenaza real es la inacción.
- La transformación es sistémica: no alcanza con hábitos individuales aislados.
- La transición será injusta sin comunidades: solo las redes locales sostienen la vida cotidiana.
Ahí se ubica el movimiento prosumidor: tecnología social basada en vínculos, producción genuina, autonomía y cooperación.
Autonomías Múltiples: un mapa para reconstruir capacidad
La resiliencia se construye en capas. Y esas capas forman un ecosistema:
Autonomía Alimentaria
Huertas, semillas propias, intercambio de excedentes.
Autonomía Energética
Soluciones pequeñas, accesibles y mantenibles localmente.
Autonomía del Conocimiento
Oficios, talleres, saberes prácticos compartidos.
Autonomía del Cuidado
Redes de apoyo emocional y físico entre vecinos y familias.
Autonomía del Trabajo y la Producción
Reparación, servicios, producción artesanal, alimentos, educación:
trabajo genuino, no empleo dependiente de factores externos.
Estas autonomías no aíslan: fortalecen. Y coinciden con lo que la ciencia describe sobre adaptación, neuroplasticidad y cohesión social.
La Red Prosumidora: una estrategia para lo que viene
Es un modelo que reconstruye la agencia personal y comunitaria. Produce lo que la neurociencia identifica como antídotos frente a:
- Pasividad.
- Pérdida de motivación.
- Dependencia extrema.
- Desconexión social.
- Estrés crónico.
- Bloqueo cognitivo.
Un prosumidor no es un desocupado: es alguien que recupera capacidad de actuar.
Hacia una Nueva Cultura del Trabajo: local, autónoma, creativa
Mientras el mundo discute entre “optimismo climático” y “catastrofismo ambiental”, el movimiento prosumidor propone algo más profundo:
- Cultura del hacer.
- Dignidad productiva.
- Trabajo como identidad y como vínculo.
- Valor creado, no solo valor comprado.
El futuro no es de quienes esperan: es de quienes producen.
Nadie se salva solo… pero todos podemos salvarnos si actuamos juntos
El mundo no se acaba, pero tampoco se salva solo. Las potencias avanzarán con sus propias transiciones; nosotros debemos avanzar con la nuestra.
¿En qué consiste? En volver a producir, volver a aprender, volver a organizarse. En reconstruir autonomías. En crear comunidad. En recuperar el orgullo del trabajo propio. En tejer redes que sostengan vida, dignidad y futuro.
La respuesta no está en soluciones mágicas que bajan de arriba, sino en la capacidad de cada nodo, cada barrio, cada familia, cada productor, cada prosumidor de hacer.
La autonomía no es aislamiento: es la mejor forma de libertad en tiempos inciertos.
Y la comunidad prosumidora es —hoy más que nunca— una forma concreta, practicable y urgente de construir ese futuro.

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